GUSTAVO GUERRERO Y EL RETORNO DEL ADIÓS

Círculo del adiós (y otros textos)
Gustavo Guerrero
Pretextos, 2006.
|80 p.|11 €|ISBN:8481917230|

Un círculo es un juego con el tiempo: lo que empieza no termina, comienza de nuevo. Este sortilegio marca el libro de Gustavo Guerrero: sus poemas, pulidos, nos traen el instante que expresan, vivo. La sensación de lectura sería parecida a acariciar los brazos, los senos, los labios de una estatua, y percibir entonces el calor de la carne que, no sólo sirvió de modelo, sino que alienta en su interior. Así ocurre en los poemas en verso que ocupan un gran parte de este libro, especialmente en la parte titulada “Nombres del lugar”, que remiten precisamente al espacio sobre el que la palabra acabó levantándose: construcciones inspiradas.

Además, el círculo es una glosa del pasado, que se reconstruye y gira con elementos de nuestra herencia, recreándolos y renovando su derecho a habitar las páginas. A esta glosa, Gustavo Guerrero la llama “intervenciones” bajo el título general de “Casa abandonada”, que utiliza y disgrega los versos de uno de los Cien sonetos de amor de Pablo Neruda para construir un poema pleno de sugerencias al modo -siguiendo con la metáfora arquitectónica- en que los palacios renacentistas “intervenían” columnas romanas y las usaban en sus patios para crear circularmente una belleza propia.

Pero el círculo, no podemos sustraernos a ese otro sortilegio fatal, es una rueda que va acumulando cicatrices y polvo, el hollín de los días-humo, grietas en el recuerdo esférico. En la primera parte del libro, “Círculo del adiós”, el poderío de la palabra (el poder de nostalgia, el poder de conmover) nos conduce en cada “prosa” como en un túnel soñado, con paredes de gasa, a través de las cuales vemos las figuras de lo abandonado, las siluetas de lo perdido.

“Y giramos y giramos y otra vez repetimos los adioses, como esos viejos actores de reparto...”, escribe Gustavo Guerrero. Y después leemos, reconociéndonos también dentro del tifón que rueda: “... una soledad que creímos por fin abolida y ahora vuelve desde muy lejos arrasándolo todo a su paso, como un demonio o un ángel que redujera nuestras vidas a cenizas y nos entregara en un cofrecillo, junto a los hilos rotos de nuestra memoria, el polvo de un erial donde sólo brilla la espiga amarga de las cosechas perdidas”.

Por esa cosecha, un último círculo: despedir este libro sabiendo que regresaremos a él. EPZ.