GREGORIO SAMSA SE CASÓ

Ernesto Pérez Zúñiga



Le pregunto a mi suegra: ¿qué es eso que se oye?
¿Cómo?
Aparta los ojos de la tela que está bordando y me mira con renovada atención. Sonríe. Repito con paciencia, como hago tantas veces:
Digo que qué es eso que se oye.
No oigo nada, contesta.
Sí, aquello que sale de aquel aparato.
Señalo un plástico blanco, enchufado en la pared, que emite una luz roja intermitente.
Ah, aquello. Es un aparato que ahuyenta las cucarachas. Emite un sonido muy molesto para esos bichos asquerosos. Tiene la ventaja de que nosotros no lo percibimos, al menos eso me aseguró el dependiente. Ahora que lo recuerdo: en las instrucciones también lo ponía. ¿O era un prospecto? Siempre me confundo con esos papelitos doblados.
Ah, contesto. No digo una palabra más. Mi suegra continúa bordando. El hilo finísimo, al atravesar la tela, provoca una irritante oscilación en el interior del tímpano. Son los cilios del oído interno. Trigales bajo el vendaval. Bajo el sol, grande y blanco y enchufado en el cielo, que emite una luz roja intermitente.
¿Estás bien?, pregunta mi suegra, que me ha vuelto a mirar.
Observo una manzana que hay en el frutero, sobre la mesa. Una manzana, una manzana como si fuera inmediatamente mía.